A medida que me acercaba al lugar indicado, los edificios se tornaban
más antiguos y miserables. En uno de ellos, que no difería en nada de los
demás, me aguardaba aquel tipo. Subí los tres pisos a la carrera, para no tener
que respirar más aire inmundo del necesario. Pulsé el timbre, que sonó más
afónico que la voz de Joe Cocker, y respondió una voz de negro desde el
interior.
- ¿Quién llama?
- Soy yo, Irma, la del pañuelo de ayer, cuando te tuviste que marchar…-
no pude acabar la frase, pues la puerta se abrió de sopetón, una mano oscura la
atravesó, agarrándome de una muñeca, y me estiró hacia sí.
Me disponía a vaciar mis pulmones en un formidable grito de auxilio,
cuando acerté a vislumbrar el rostro familiar del mantero, con los ojos
abiertos como naranjas, más asustado que yo.
- Perdona, chica, es que desde ayer llevo el susto en el cuerpo, ya me
veo repatriado a Senegal, buscándome la vida para volver a entrar. No esperaba
visita.
- Muy bien, disculpado pues. Vamos al grano, ¿cuánto te debo por el
pañuelo?
Mamadou me miró incrédulo.
- ¿Has venido a pagarme? – me soltó con la misma perplejidad que su
compatriota había exhibido unos minutos antes. Al parecer, en su país no se
llevaba mucho la formalidad.
- ¿Te lo tengo que decir en chino?
- Pues serán, son… nada, no te puedo cobrar. A alguien como tú no se le
puede hacer pagar por nada.
No entendí del todo su respuesta, sobre todo la parte aquella de
“alguien como tú”, aunque la forma en que me miraba las tetas me daba alguna
pista. La prominencia que empezaba a dibujarse en las bermudas que llevaba
puestas también eran un indicio claro de lo que le rondaba por la cabeza. No me
lo había hecho nunca con un negro, y sentía la curiosidad de muchas féminas por
comprobar si todos los tópicos sexuales acerca de ellos tenían una base real.
Sin esperar a ser invitada, me aproximé a él y posé una mano sobre
aquella enorme erección. La tensión palpitante y poderosa que se adivinaba al
tacto me hablaron de un vigor sexual salvaje, animal, natural e instintivo.
Cuando introduje la mano en el pantalón, las dimensiones monstruosas de aquel
artefacto que palpaba casi me asustaron. Jamás me había preocupado por la
posibilidad de ser incapaz de engullir o ser penetrada por un miembro a causa
de sus dimensiones, pero aquella vez no las tenía todas. A Mamadou, sin
embargo, aquello no parecía quitarle el sueño porque, ni corto ni perezoso, me
despojó de mi ropita playera, me tomó con sus musculosos brazos y, levantándome
en el aire, me ensartó con aquella tranca descomunal.
Me sentí llena, tan
absolutamente llena, que dudaba de que aquello fuera capaz de moverse hacia
dentro o hacia fuera. Miré al negro con la duda dibujada en mi rostro: «¿y ahora qué?». Lo que hizo a continuación, dejó claro que yo no era la primera blanca
que se tiraba: me sujetó ambas nalgas con las manos, y empezó a moverme en
espiral, primero suavemente aunque ganando en intensidad, como si él fuera un
enorme sacacorchos intentando abrirse paso y vencer la resistencia del cuello
de una botella, pero sin romper el corcho. Lo acompañó con un lameteo delicado
de mis pezones, que ya empezaban a responder. Mi cuerpo hizo el resto: como si
acabara de despertarse de un letargo invernal, empezó a fabricar jugos a lo
loco y a verterlos en la vagina como si la vida le fuera en ello.
Suspendida en el aire, atravesada por aquel mástil de velero mercantil
que empezaba a entrar y salir de mí cada vez más rápido, empecé a sentirme
desbordada por un placer absolutamente genital, carnal, fruto de la unión dura
y sin paliativos de dos sexos hambrientos devorándose. No lo dejamos durar
mucho más y nos corrimos pronto. Aquello era lo que era: un aquí te pillo aquí
te mato, un polvo rápido que te quita el hambre pero no te sacia.
- Con esto queda pagado el pañuelo, espero – bromeé mientras me vestía.
Mamadou asintió. Todavía recuperaba el aliento, y me daba a mí que su
cultura no era especialmente proclive a las manifestaciones afectivas del varón
hacia la mujer tras el acto sexual. Me despedí con un guiño y abandoné aquel
cuchitril desvencijado tan repleto de miedos y esperanza.
Impresionante, me pusistes a mil Irma, como me gustaría tenerte ahorita mismo a mi lado....besos....Javier Aguirre(fb)
ResponderEliminarWow muy erótica historia exitante
ResponderEliminarWow muy erótica historia exitante
ResponderEliminarMe facinaria tener una experiencia con un chico de color es mi fantasía
ResponderEliminarMe facinaria tener una experiencia con un chico de color es mi fantasía
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